Sentada en mi esquina, veía desfilar a las modelos llevando las
creaciones de Diane Von Furstenberg pasando frente a mis ojos. ¡Estaba en la
semana de la moda de Nueva York y yo no podía pensar en otra cosa que no fuese
conseguir un baño! Estaba apunto de hacerme pipí en esa silla dorada revestida
tan elegantemente.
La parte difícil de todo esto fue tomar la decisión de levantarme de mi
silla a la mitad del desfile de Marc Jacobs, pero así lo hice. Mi sonrisa y un
pase de prensa all access me ayudaron
a evadir a los gorilas de seguridad y llegar con prontitud al baño que estaba
cerca del backstage. Mi vida dependía
de un inodoro.
Al entrar al baño: ¡sorpresa!
Recostada junto a un lavabo estaba Dita Von Teese, tratando desesperadamente
de deshacer el nudo enredado de las trenzas del corsé ajustadísimo que lucía y
que le impedía hacer lo mismo que yo venía a hacer: ¡orinar plácidamente!
Por un momento no supe que hacer. Me quedé petrificada de la emoción, no
sabía si saludarla o no decirle nada; hasta pensé en entrar al baño y resolver
mi problema primero, pero al reaccionar, me di cuenta de su problema y me
ofrecí como una buena samaritana para ayudarle a resolverlo. Ésta, sin querer,
fue una muy buena decisión.
-Déjame ayudarte – le dije.
Ella sonrió y me respondió: te lo agradezco, estos vestidos son adorables
pero también son un verdadero lío.
-La moda es algo fascinante pero también hay que hacer algunos
sacrificios ¿no?
-Sí, bueno, sobre todo cuando hay que estar deslumbrante a cada momento.
Dos vueltas menos, un tirón por acá, uno por allá y el nudo iba cediendo
poco a poco. Mis ganas de orinar aumentaban considerablemente.
En medio de esa situación incómoda se me ocurrió decirle:
-Debo aprovechar esta situación para decirte que soy tu admiradora. Sí,
con mi cara de tonta me declaro tu fan.
- Muchas gracias. Es bueno saber que cuento con admiradoras
colaboradoras.
Minutos después, logré desatar el nudo:
-Este nudo está... ¡listo! eres libre para orinar en paz – le dije en
tono de broma.
Dita corrió hasta una cabina del retrete. Yo también.
No podía perder la oportunidad de conversar con ella, así que de cabina a cabina le dije en voz
alta:
-¿Sabes? yo trabajo para Esquire,
y me gustaría publicar algo sobre ti en la sección Women we love... -le dije- ¿podríamos conversar un rato para
aprovechar esta coincidencia?
Cuando salió de la cabina, sonrió y me dijo: Podría negarme...pero me
libraste de la vergüenza de orinarme encima en la Semana de la Moda de Nueva
York
Acto seguido, encendimos par de cigarrillos y aquella conversa, corta
pero emocionante para mí, se transformó en mi pauta para la revista.
-Hagámoslo rápido, debo volver... -me dijo.
-Bien – respondí con una sonrisa enorme en el rostro- Hay días en que
quisiera ser como tú. Definitivamente... ¿Cómo haces para estar perfecta
siempre?
-Tengo una asistente –dijo entre risas-. Mentira, no se trata de estar
perfecta siempre, sino de saber llevar las cosas según tus gustos. Lo del
glamour es cuestión de espectáculo, ese es mi trabajo, vender mi imagen, ser
perfecta para quienes quieren comprar esa fantasía vintage. Pero el estilo y la clase son algo menos suntuoso, es
mucho más de lo que soy.
-A mi verdaderamente me parece que has sabido aprovechar tu imagen,
hombres y mujeres están locos por ti. ¿Cómo es que has decidido llevar al nivel
de negocio toda esta cuestión que según entiendo comenzó como un hobby?
-Yo siempre fui una chica muy corriente en el sitio donde nací, rubia
natural, delgada, pero sin embargo nunca me gustó ser una más del montón, creo
que eso fue fundamental para tomar la decisión de convertirme en Dita. Tantos
modales me parecían una hipocresía, lo que hago me parece mucho más sincero. El
negocio surgió de los contactos, de las relaciones que se fueron presentando a
medida que hacía mis presentaciones. Pero no pienses que llegar hasta lo que
soy ahora fue coincidencia, mis pretensiones eran exactamente éstas. Yo siempre
quise esto. Por supuesto las mujeres tenemos modos muy eficaces de conseguir lo
que queremos, para mí el burlesque es
una herramienta de seducción y además hace que muchas chequeras se abran – rió.
-¿Eso es lo que más disfrutas de tu trabajo?
-Eso y tener la oportunidad de conocer muchísima gente, viajar, sentir
el afecto y la admiración de la gente hacia ti y por su puesto poder usar toda
esa ropa maravillosa.
-¿Tu estilo es un negocio también?
-No, yo decidí ser una chica vintage
porque me gusta, pude haber sido una stripper
normal, pero yo amo la moda de los 40´s. Mi estilo es un reflejo de mi
feminidad. El negocio es divertirme siendo yo misma.
-La elegancia es algo que te caracteriza. ¿Cuál es tu secreto?
-Es mi esencia, no es un secreto. La clase es algo con lo que se nace,
aunque no tengas dinero, ni joyas, ni ropa cara. Hay personas que saben llevar
lo que usan y le dan su toque personal. En tal caso, ese sería el secreto:
mostrar con clase lo que es parte de ti.
-¿Crees que cualquier mujer puede ser sensual?
- Por supuesto, todas las mujeres tenemos el don de seducir. No importa
el físico, lo que realmente importa es lo que intentes transmitir. No importa
tu estatura, ni tu talla, lo que importa es lo que te guste y te haga sentir
bien contigo misma.
Repentinamente, la puerta del baño se abrió y por ella se asomó un
hombrecito afeminado gritando desesperado:
-¡Dita, por fin te encuentro! monsieur
Gaultier te está buscando como loco para que cierres su desfile con el
traje que diseñó para ti.
-Debo irme, gracias por tu ayuda... Espero te sirva el material para la
revista- me dijo la hermosa bailarina.
-Querida... Mil
gracias a ti.
Llegué a mi casa más feliz que exhausta y redacté mi artículo para
la revista:
Mademoiselle Von Teese: una diva sin reservas
Esa noche me atreví a meterme en los zapatos de Dita. Me vestí con
la lencería más sexy que tengo, serví dos copas de vino, le pedí a Ella
Fitzgerald que cantara para mí y mi esposo disfrutó un show especial de burlesque privé.
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